El pasado sábado se celebró una multitudinaria marcha contra la violencia machista en Madrid, que contó con miles de personas venidas de todas las ciudades y pueblos. El centro se tiñó de una marea violeta y parecía posible llegar a concienciar a quienes no quieren ver la lacra que se esconde detrás de cada feminicidio.
Lamentablemente la realidad es tozuda y en los días siguientes despertamos con cinco nuevos asesinatos. Parece como si los agresores se sintieran amenazados con estas manifestaciones y respondieran a la llamada de esperanza en sentido contrario, reafirmándose de la única forma que saben: provocando sufrimiento. Lo mas sorprendente es que la mayoría de la sociedad, incluso en sectores progresistas, percibe estas muertes como si fueran una desgracia natural, algo rutinario o repentino, silenciando la violencia de cada día que no es noticia pero que acaba desembocando en estas mediáticas desgracias.
Nos apenamos cuando ya es demasiado tarde pero no nos cuestionamos por qué apenas un 15% de las mujeres asesinadas habían presentado denuncia previa y menos aún, solicitud de protección. O por qué la crisis ha sido la excusa perfecta para cercenar los recursos destinados a violencia de género, reduciéndolos en un 40%. Esta claro que los recortes matan y es evidente la incapacidad del Estado para proteger a las víctimas y a las personas más débiles.
No están funcionando los medios de protección ni las órdenes de alejamiento cuando un agresor se puede seguir acercando a su ex mujer sin que se apliquen medidas legales, o puede mantener la patria potestad y derecho a llevarse a sus hijos cada dos fines de semana como ocurrió con uno de los asesinos, que no dudó en matar a la madre y la abuela delante de su propio hijo de cuatro años, aprovechando el momento en que se lo entregaba. Además es básica la prevención, aprendiendo a detectar conductas a tiempo, e intensificar la sensibilización. Algo esta fallando cuando una de cada cuatro chicas adolescentes sufre acoso de novios o amigos físicamente o mediante internet, y lo peor de todo, una ma yo ría lo ven como casi normal.
Resumiendo, no es suficiente con tener leyes, hace falta dotarlas de recursos para la protección de las víctimas, asi como establecer programas educativos específicos en los centros. La movilización del sábado ya pasó, pero cada dia debe ser como aquel memorable 7 de noviembre de 2015. Se lo debemos a Sandra, Gisela, Otilia, Iris, Conchi y muchas otras que ya no están aquí porque quien decía amarlas, segó sus vidas.